La construcción de una universidad que considera no sólo la diversidad y disidencia sexual, sino que también, las complejidades del contexto y la incorporación de dimensiones analíticas que nos permitan avanzar hacia la configuración de un espacio equitativo, seguro y diverso, es una responsabilidad que tenemos que asumir en lo inmediato.
De acuerdo a datos de la UNESCO, solo el 35% de las matrículas en carreras de áreas de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM) son mujeres, quienes representan el 15 % de graduaciones en ingeniería, el 19 % en informática y el 38 % en matemáticas.
En Chile también se observa esta brecha de género, la que se inicia tempranamente al observarse que sólo una de cada 4 matrículas en carreras STEM son de mujeres (cifras del Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género).
Por su parte, las matrículas de mujeres en postgrado entre 2010 y 2019 (Servicio de Información de Educación Superior del Ministerio de Educación (SIES)), fue de 50,9% en Magister y 43,5% en Doctorado. En relación al personal académico, según la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID), son las universidades privadas las que más han avanzado en una distribución de género equitativa, llegando a un 47% de participación femenina. Las universidades del CRUCH presentan una proporción de mujeres académicas de un 39%, uno de los porcentajes más bajos de toda Latinoamérica.
Las cifras indican necesidad de enfrentar tanto la equidad de género, para que todos los grupos de interés estén numéricamente representados, como la igualdad de género, que es un enfoque “a la medida”, para promover la distribución equitativa de los recursos en los grupos de interés.
En la academia, las docentes nos enfrentamos tanto a la desigualdad como a la inequidad. Las mujeres y diversidades en el mundo académico no suelen acceder a cargos de poder y, generalmente, poseen una carga docente superior a la media, con responsabilidad en la asesoría de alto número de estudiantes, como es el caso de Jefaturas de Carrera. Es por esto que urge visibilizar esta realidad para avanzar a la acción.
Podemos tomar medidas para romper los estereotipos de género desde edades tempranas, acercando la ciencia a estudiantes a través de nuestras científicas. También podemos buscar maneras de reconocer el aporte de mujeres emprendedoras en ciencia y tecnología, aumentar la visibilidad de las mujeres en innovación, fomentar los emprendimientos femeninos y, por sobre todo, revisar la institucionalidad para generar un marco normativo acorde con el desafío de una Universidad equitativa, segura y diversa.
Como comunidades universitarias, hoy necesitamos mirar con lentes de género las estructuras y normativas que influyen y construyen nuestras relaciones, dado que perpetúan estereotipos que invisibilizan y desalientan la participación de las mujeres y diversidades en la construcción del conocimiento. Solo cuestionándonos podremos comenzar a transitar a universidades más inclusivas, que recojan la amplitud de miradas de la sociedad y que aporten a la construcción del buen vivir.