En algún momento se normalizó, se naturalizó, algo que debería ser una rareza, una excepción, un estado de surrealismo. El primer triunfo de un Superclásico en Chile es que se juegue, aunque sea en condiciones que son ajenas y lejanas a un partido de fútbol. Y eso no puede seguir pasando.
Este domingo se jugará el superclásico del fútbol chileno en Talca, la capital de Maule, una ciudad que está a más de 250 kilómetros del lugar donde ambos equipos juegan habitualmente como anfitriones. Más allá de lo que indique lo administrativo, ambos serán visitantes en el partido mayor del fútbol chileno. Además de eso, se disputará a la una de la tarde, un horario que no es propio del fútbol de alta competencia, con un aforo ultra reducido y con aficionados de un solo equipo. Todo esto para que se juegue, porque de otra manera simplemente no veríamos este pleito.
¿En qué momento esto se normalizó?
En el momento en que todos los involucrados en la organización de un espectáculo, clubes, dirigentes, instituciones, autoridades, incluso medios de comunicación, convirtieron a un grupo reducido en actores protagónicos. Se juega cuando ellos lo permiten, donde ellos lo permiten, a la hora en que ellos lo permiten, en las condiciones que ellos dejan que se juegue.
El fútbol argentino no es ejemplo de casi nada. Es desorganizado, la mayoría de los clubes no pagan sueldos, los arbitrajes son desastrosos, pero si River-Boca deciden jugar un clásico en provincia, en el interior como le dicen, se pelean para organizarlo. Acá nadie quiere recibir un partido de estas características. Y se entiende, porque el costo es enorme.
En alguna parte de este camino se torció una idea y se permitió que continuara condicionando el deporte más popular del país. Las autoridades deportivas, políticas, policiales, fomentaron, ya sea por interés o desidia, que esto se mantuviera y se agravara. Hoy parece no tener freno.
No confundir. No hablamos de todos los aficionados. Para nada. Hablamos de un grupo ultra reducido. Todos saben quiénes son, cómo se llaman, por dónde llegan al estadio, por dónde salen, dónde se instalan. Y nadie hace nada. En contrapunto, para los aficionados comunes y corrientes ir al estadio resulta una experiencia cada vez más incómoda.
El superclásico se jugará en Talca, con aforo mínimo, con hinchas de un solo equipo y en un horario incómodo. Es probable que el siguiente sea parecido. Y el posterior a ese también. A menos que quienes están a cargo hagan algo. Difícil, por no decir imposible.