Diego Armando Maradona falleció en Buenos Aires, Argentina, el 25 de noviembre del 2020. Tenía 60 años. El corazón de un hombre de seis décadas pesa alrededor de 300 gramos. El de Maradona pesaba 503.
La referencia serviría para escribir una oda, un panegírico exagerado, un texto que usara aquellos datos para decir que el 10 tenía un corazón inmenso. Pero en este caso los apuntes sólo corroboran que su corazón estaba a punto de estallar.
Como todo en su vida, su muerte también estuvo rodeada de un halo de misterio. Nada en Maradona se podía escribir de un modo lineal, simple, cronológico. Las versiones sobre sus últimas horas son dispares. En un sólo punto hay consenso. Maradona estaba solo. Un hombre que estuvo demasiado rodeado en vida, falleció en perpleja soledad.
Acusaciones de negligencia, de atentado, de una muerte culposa, de homicidio. Dicen que fue alejado de la gente que lo quería de verdad, que esa mañana fueron a despertarlo porque debía asistir a un evento comercial.
Ese último Maradona, que aún era entrenador de Gimnasia y Esgrima de La Plata, era una versión desmejorada de sí mismo y muchos de sus últimos compañeros lo veían como una reliquia para seguir generando dinero a expensas de un hombre demasiado querido en su país y con una devoción de feligreses en el mundo entero difícil de explicar.
Apenas Maradona murió, los fiscales Cosme Iribarne y Laura Capra fiscalizaron que su corazón fuera trasladado al Departamento de Anatomía Patológica de la Superintendencia Científica de la Policía de Buenos Aires.
Debían investigarlo para detectar si murió por mano ajena. No fue el único órgano extraído. También se llevaron el hígado y los riñones. Los persecutores tomaron providencias. Armaron un operativo de distracción para poder dejar bajo buen recaudo el corazón, el hígado y los riñones del fallecido ante la sospecha que un grupo de barrabravas los interceptaran para apropiarse de las entrañas.
Suena demencial, pero el robo a las manos de Juan Domingo Perón y la sustracción del cadáver de su esposa Evita demuestra que a la hora de las devociones los fanáticos no se amilanan. Maradona está enterrado en un sitio reservado. El acceso es restringido.
Sólo pueden visitar su tumba los familiares más cercanos y aledaños de verdad, no esos que por años pululaban a su alrededor tratando de absorber parte de su dinero, de su fama, de su luz.
Diego Armando Maradona nació en Villa Fiorito, Lanús, el 30 de octubre de 1960. Hijo de Dalma, doña Tota y don Diego. Se convirtió en el mejor futbolista del mundo. Fue un héroe y un antihéroe. Ganó y perdió. Transitó por drogas, de ida y vuelta, varias veces. Fue campeón del mundo y dejó fanáticos y fanáticas repartidas en todo el globo.
Está sepultado en un cementerio privado de Buenos Aires. Fue enterrado sin su corazón.