Algo está podrido en el fútbol chileno. Y llegar a ese estado, a esa podredumbre total, no sucedió de un momento a otro. No fue un pestañeo ni un estado pasajero. Es un estado que comenzó poco a poco, que creció y terminó minando lo que alguna vez reverdeció.
Al fútbol chileno lo han hecho bolsa y lo destapado esta semana, en un escándalo que aún no tiene límites demasiado claros, es una muestra más de aquello.
Lo que se horadó esta vez fue la confianza. Eso es caldo de cultivo para que ahora se sospeche de cientos de partidos. Desde que se comprobó que desde Santiago digitaron el cobro de un penal revisado por el VAR en el duelo entre Huachipato y Copiapó, cada aficionado, cada dirigente, ha recordado aquel partido de pésimo desempeño arbitral y comenzó a dudar, porque ya nada es inmaculado.
Hay una diferencia sustantiva. Acá, en Huachipato versus Copìapó, no hablamos de sospechas, situaciones raras o errores del juez o asistentes. Acá hablamos de hechos comprobados, reconocidos, de confesiones, no sólo de sospechas fundadas.
El lunes el comité de árbitros decidió despedir a once jueces por mal desempeño. Dos días después, con Castrilli, Talamilla y Arenas fuera, los exonerados fueron reincorporados. En dos días pasaron de ser técnicamente malos a buenos. O estamos en presencia de una recuperación sobrenatural o de una mentira flagrante: nunca los echaron por malos. Eran represalias. Pasadas de cuenta. De la peor calaña posible.
No se crea ni por un segundo que el tema termina acá. La salida de Javier Castrilli y sus secuaces es sólo el inicio, no el final. Acá aún no se ha solucionado nada y quedan demasiadas aristas.
¿Quién pidió que cobraran penal en favor de Huachipato?
¿Por qué?
¿Cuál es el verdadero poder que tiene Victoriano Cerda, el presidente y dueño del equipo acerero?
¿Por qué el Consejo de Presidentes le tiene terror a Cerda?
¿Qué verdades sabe Cerda que debe ser protegido?
¿Es el único partido intervenido?
¿Fue justa la sanción a Melipilla, lo que permitió que la promoción la jugaran los de Talcahuano y Copiapó?
¿A quién favorece toda esta maraña?
¿Por qué la ANFP aún no separa aguas con la Federación?
¿Por qué Universidad de Chile y Universidad Católica pagaron más de un millón de dólares a Huachipato para conseguir la carta de algunos jugadores, si venían de descender en la cancha?
¿Quién controla el Consejo de Presidentes, si ahora está compuesto por dueños y no sólo representantes?
¿Hasta cuándo se permite la relación incestuosa entre los representantes de clubes y los dueños de las concesionarias?
¿Es posible la continuidad de este directorio?
¿Se puede volver a creer en árbitros y dirigentes si dijeron cien veces, mil veces, que estaba todo en orden y que las dudas surgían de las cabezas afiebradas de la prensa mala leche?
Preguntas abiertas.