Las empresas se definen no por sus datos, máquinas, o software, sino por las personas que las integran. Son estas personas, con sus vidas, sentimientos, emociones, frustraciones y alegrías, quienes verdaderamente constituyen lo que es una empresa. Esta realidad resalta la importancia de centrar nuestra atención en el bienestar de los trabajadores y en cómo se sienten en su entorno laboral, más allá de otros aspectos organizacionales.
Es crucial reconocer que para fomentar mejoras sustanciales en el ambiente de trabajo, las empresas deben priorizar la mejora de las condiciones laborales y las percepciones emocionales de sus empleados. El clima organizacional debe ser medido con herramientas que reflejen fielmente la experiencia interna de los trabajadores, y no mediante indicadores externos que distorsionan la realidad del ambiente laboral.
Las personas deberían percibir su lugar de trabajo como un entorno seguro, donde puedan depositar su confianza y dedicar años de su vida.
La violencia laboral, entendida como aquella que merma la calidad de vida de los trabajadores y aumenta su sensación de vulnerabilidad y subyugación al dinero, representa una seria problemática dentro de las empresas. Esta forma de violencia va más allá de la compensación económica, afectando profundamente el sentido de valor y la dignidad en el desempeño de sus labores.
Por lo tanto, es imperativo que las empresas reevalúen sus prioridades y estrategias, enfocándose en crear ambientes laborales que promuevan el bienestar y la seguridad de sus trabajadores. Al hacerlo, no solo estarán mejorando la calidad de vida de sus empleados, sino también fortaleciendo los cimientos mismos sobre los que se construyen las organizaciones exitosas.