Click acá para ir directamente al contenido

Columna de Opinión

Otra vuelta sobre Mistral: materia, espíritu, mujer y poesía

Macarena Urzúa Opazo, Departamento de Lingüística y Literatura de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago.

  • Comparte
  • Disminuir tamaño de letra
  • Aumentar tamaño de letra
  • Diario Usach

  • Miércoles 16 de abril de 2025 - 10:00

“Respetad el crepúsculo pero preparad la aurora”

Escribir me suele alegrar dice Mistral en uno de sus célebres textos que proviene de la charla dictada en Montevideo en 1938: “Escribir me suele alegrar; siempre me suaviza el ánimo y me regala un día ingenuo, tierno, infantil. Es la sensación de haber estado por unas horas en mi patria real, en mi costumbre, en mi suelto antojo, en mi libertad total”, y, generalmente asociamos esta frase a su escritura poética, a su elevada e imponente obra poética.

Mistral corregía una y mil veces, como podemos ver en sus manuscritos, reordenaba, editaba y disponía sus prosas en libretas de teléfono donde en cada letra del abecedario se podía ir al tema que estaba trabajando (i-indio: a-América y así). [1]  Una prosa y una poesía que aún es poco leída a mi juicio, su obra es no solo una de las altas cumbres de la poesía latinoamericana, desde el modernismo tardío en adelante, siendo esta una literatura que excede cualquier clasificación. Sus ensayos, sus recados y la poesía de las materias, del paisaje de la interacción de lo humano con lo no humano se ve desde Desolación (1922), Tala (1938) y Lagar (1954), aunque por predilección siempre recomiendo ir a la sección de las “Locas mujeres” de Lagar. Hay ahí una visión en torno al rol femenino que desafía la norma heteropatriarcal, se vuelve poema-movimiento-proclama. Sin embargo, otro desafío implica adentrarse en su obra póstuma en la que trabajó yo diría que muchísimos años: el Poema de Chile (1967).

Sin embargo, como investigadora, me es aún más difícil hablar de Mistral, ya que sus miles de aristas con que estudiarla me hacen comprobar cuán lejos se está de aprehenderla, obra y figura, arte y vida que, en su caso, están totalmente entrelazados. Muchísimas facetas siguen ahí aún inexploradas. Su veta mística- espiritual es la que me ha interesado en los últimos años, para lo cual he explorado su biblioteca personal conservada en el museo de Vicuña, más de 700 volúmenes, todos con sus marcas de marginalias en lápiz de palo azul, cuyo trazo permite y conduce a leer ese mundo espiritual y poético, así como el plano espiritual y esotérico, a través del cual también se comunica con sus muertos.

Ineludible fue su preocupación social por los niños, los obreros, el indio, así como también por el trabajo de la mujer. De hecho, su rol como intelectual transnacional la llevó, además de publicar prosa en numerosos periódicos de América Latina, a dar múltiples conferencias en organizaciones como el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual de la Sociedad de las Naciones donde fue consejera y luego como delegada de Chile en la Asamblea de las Naciones Unidas.  

Si era o no feminista, categoría que tiene su “primera ola” desde la mitad del siglo XIX hasta comienzos del XX, no es tan preciso al hablar del pensamiento mistraliano. No obstante, para Mistral los derechos de las mujeres, así como la preocupación por su igualdad en el mundo del trabajo y el acceso a la educación, sí se constituyó como temáticas centrales, de los que da cuenta su prosa y su activismo en organizaciones internacionales.[2] De este modo, Mistral ve a cierto feminismo, como inevitablemente excluyente, el que puede ser leído desde hoy desde un feminismo interseccional “Avant la lettre”.  De esto cito un ejemplo de “Organización de las mujeres”, El Mercurio, Chile, 1925, antologado en Por la humanidad futura (La Pollera ediciones, 2016): 

“El feminismo llega a parecerme a veces, en Chile, una expresión más del sentimentalismo mujeril . . . Mucha legitimidad en los anhelos, pureza de intenciones, hasta un fervor místico que impone el respeto; pero poca, ¡muy poca! cultura en materias sociales…Con mucho gusto, cuando en el Consejo tomen parte las sociedades de obreras, y sea así, verdaderamente nacional, es decir, muestre en su relieve las tres clases sociales de Chile… Purgamos la culpa de no habernos mirado jamás a la cara, las mujeres de las tres clases sociales de este país. El amor vive de conocimiento, decía Leonardo, el humanísimo…Un movimiento vasto de organización femenina requiere la fundación paralela de un órgano de divulgación muy fuerte 4” (40-42).

Queda manifiesto, cómo Mistral tempranamente advierte que la organización entre las mujeres no es realmente inclusiva, no tiene la divulgación suficiente y, por tanto, le falta fuerza al no incluir a todas las clases sociales ni responder a los intereses no solo de la clase media alta que fundó estos movimientos, sino también de la clase obrera.

Similar es lo expresado en su “Recado para un Congreso de Mujeres en Guatemala” (1948), texto en el que señala entre otras cosas que: “la reforma que el feminismo debe clamar como la primera es la igualdad de los salarios desde la urbe hasta el último escondrijo cordillerano” (632).

Muchas de estas preocupaciones Mistral no solo las vio, sino que las vivió en carne propia, al querer acceder a mejores salarios sobre todo en su calidad de cónsul. Sobre las mujeres, sobre la paz (después de haber vivido dos guerras mundiales y la guerra civil española y de haber donado los derechos de su libro Tala de 1938 a los niños huérfanos víctimas de la guerra en España), sobre las guerras, sobre los niños y la educación, dedica numerosas páginas. De esta manera, Mistral es realmente inaprehensible y todas las celebraciones se quedan cortas en poder alcanzar a comprender todas sus dimensiones.

Poeta, maestra, intelectual comprometida, conocedora de las culturas indígenas de América, lectora de poesía universal, de yoga, de budismo, de antroposofía, magia blanca, plantas mágicas, aves, teosofía, religiones orientales y de la Biblia. Mistral apelará a recordar y practicar la paz, “este monosílabo que nos está vedado como si fuera una palabrota obscena”[3], lectura y ejercicio que se hará constante en su labor primordial que fue la de ser maestra: “Maestro. Sé fervoroso. Para encender lámparas hay que llevar fuego en el corazón”[4]. “Respetad el crepúsculo, pero preparad la aurora” (159), dice a los maestros sobre la educación, pensar en el pasado, pero preparar a los estudiantes para el futuro, como señala en  “Por la humanidad futura”.[5] La palabra que tiene en la garganta, la empuja con su empellón de sangre, como reza su poema “Una palabra” de Tala, es la pulsión de decir, la conciencia del poder concreto que tiene la palabra, el discurso que es orgánico en ella, vive y no vive por poder decir.[6]



[1] Agradezco al Museo Regional Gabriela Mistral de Vicuña por facilitarme ese impresionante material de las libretas de teléfono, la cuales forman parte de la exposición permanente del museo.
[2] De hecho un texto tan temprano como “La instrucción de la mujer” publicado en el periódico La voz del Elqui en 1906 (con tan solo 17 años) da cuenta de la relevancia de la educación femenina, en un contexto en donde esta aún no es prioridad ni en la esfera pública ni en la privada.
[3] Gabriela Mistral, “La palabra maldita”, p. 2. Publicado por primera vez en Repertorio Americano, enero de 1951.
[4] Gabriela Mistral, “Decálogo del maestro”, Anales de la Universidad de Chile, Homenaje a Gabriela Mistral, 1957, p. 292.
[5] En “Libro nacional de lectura para uso de alumnos de VI año de la escuela primaria. (México, 1934). Antologado en Por la humanidad futura (La Pollera ediciones, 2016).
[6] Yo tengo una palabra en la garganta
y no la suelto, y no me libro de ella
aunque me empuja su empellón de sangre. (“Una palabra” 1-3).