Claudio Bravo señaló hace unos días que habían varios equipos inferiores a Chile en la Copa del Mundo. La sentencia del capitán histórico de la selección nos da para reflexionar, desde el fútbol ficción, qué papel habría jugado la Roja en caso de clasificar a Qatar.
Es injusto comparar los partidos amistosos de la era Berizzo con una imaginaria participación en un Mundial. Pero no tenemos otra forma de imaginarlo. Una cosa es hablar del potencial que puede demostrar un equipo nacional, con todos sus jugadores en óptimas condiciones, y otra es evaluar el presente que no es demasiado halagüeño.
Más allá de comparar equipo con equipo, hay cuadros que demostraron poco en la cita mundialista (Dinamarca, Qatar, Gales), y hay varios eliminados que pese a irse en la primera ronda exhibieron puntos a resaltar. Equipos como Ecuador, Costa Rica, Túnez, Arabia Saudita, Alemania, con más o menos expectativas, mostraron elementos positivos. La evaluacion evidentemente es distinta. A Alemania no le basta exponer elementos destacados. Quedar eliminados en primera fase es muy malo. Ecuador, de regreso a casa, mostró que puede competir.
La pregunta es esa. ¿Puede competir Chile? En los mundiales de Sudáfrica y Brasil, con mejores o peores rendimientos, el equipo chileno fue competitivo. Peleó casi todos los partidos, ganó duelos importantes y tuvo en cancha una identidad de juego, más allá de que en ambas ocasiones quedó eliminado en la misma ronda con el mismo rival: Brasil en octavos de final.
Hoy estamos lejos. Lejos en potencia, en dinámica, en intensidad, en presente. Cuando la generación dorada alcanzó la cúspide de su rendimiento, sus grandes figuras militaban en el Barcelona, Inter de Milan, Bayern Munich, Arsenal, Premier League, Bundesliga. Hoy estamos demasiado lejos. Demasiado lejos del resto y demasiado lejos de lo que alguna vez fuimos.