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El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, afrontaba en estos días numerosas llamadas a la dimisión. Primero con una protesta ciudadana ante su oficina y luego con la retirada de apoyos de quienes eran sus aliados políticos y sindicales, después de que la Fiscalía detallara en un informe su supuesto acoso sexual a once mujeres en el entorno de trabajo.

Aunque Cuomo rechazó esas acusaciones en un mensaje televisado y señaló que se mantendría firme en el puesto que ocupa desde hace una década, horas después el ahora el gobernador de Nueva York, anunció su renuncia producto de las alegaciones de acoso sexual en su contra y que fueron recogidas en un informe presentado por la Fiscalía General la semana pasada.

En una rueda de prensa, Cuomo aseguró que asume "toda la responsabilidad" por sus acciones". Además, dijo que ha habido "cambios generacionales o culturales" que no ha sabido entender, reconoció que una "controversia política" como la que atraviesa consumirá "tiempo y dinero que debería ser utilizado combatiendo la pandemia" y optó por "dar un paso a un lado" después de días de críticas. 

El político demócrata podría enfrentarse, además, a procesos criminales locales, ya que han solicitado materiales "relacionados con los incidentes" de supuesto acoso sexual el fiscal de Manhattan, Cy Vance; la fiscal de Westchester, Mimi Rocah; y el fiscal de Albany, David Soare.

Su renuncia no sorprende, debido a que su popularidad estaba por los suelos. Según una encuesta publicada por Marist College, el 59% de los neoyorquinos quería que el político abandonara su puesto y, si no lo hacía,  un 59% creía que los legisladores deberían someterlo a un juicio político. Solo un 32% abogaron por que completara su mandato hasta el 2022.