(Foto:tabancunero.cl)
Por Pablo Medel
La luz artificial que emiten las ciudades por la noche contamina los cielos con luz difusa, hasta hace poco se creía que esta luz sólo se media con fotómetros desde la tierra, pero ahora un estudio internacional liderado por la Universidad Complutense de Madrid, demuestra que también es visible desde el espacio.
Sobre la contaminación lumínica habló en Radio Usach el doctor en astronomía de la Universidad de Texas e investigador del Observatorio “Las Campanas” ubicado en La Serena, perteneciente al Carnegie Institution, Guillermo Blanc. “La contaminación lumínica es cualquier tipo de luz artificial que nosotros emitamos y que va en niveles de intensidad que no son necesarios para la actividad que queremos hacer. Por ejemplo la mitad de la luz de lo faroles redondos de plaza, se está botando a la basura”, sostiene el investigador.
Sobre este desperdicio, Blanc considera que no sólo es una pérdida para la ciencia, sino también para el medio ambiente. “Generar esa electricidad que uno finalmente bota a la basura, es un gasto no sólo para la investigación astronómica, sino también ambiental y económica, es como ver un grifo abierto derramando agua”, revela.
Ante la pregunta, cuan dramática es esta contaminación lumínica en nuestro país, el astrónomo se muestra preocupado. “Chile es un país muy vulnerable a la contaminación lumínica, el Desierto de Atacama es la capital astronómica del mundo, una ventana al universo que tiene la humanidad. Nosotros tenemos un patrimonio, un laboratorio natural y la contaminación poco a poco va cerrando esa ventana”.
A juicio del doctor en astronomía, no estamos lejos de perder esta ventaja, ya que esto ha pasado antes en la historia. “Toda la segunda mitad del siglo veinte los principales observatorios estaban en el sur de California, sin embargo de a poco las grandes ciudades como Los Ángeles y San Diego fueron contaminando los cielos. Es muy preocupante y un riesgo para el país, estamos en condiciones de deterioro tan grande que de aquí a treinta años podemos perder esta capacidad de observación”, apunta el investigador.
Esta situación puede tener un impacto económico muy importante. “Como motor de desarrollo que podría llevar a las grandes potencias de investigación del mundo a emigrar a otros países como Namibia o Sudáfrica”, concluye.
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