Podemos elaborar un discurso patriotero, uno que diga que los chilenos y chilenas somos capaces de todo en virtud a una sobresaliente fuerza de voluntad. Decir que nos hemos puesto de pie tras peores tempestades y que pese a estar en el rincón más apartado del globo, nos damos maña para destacar. Pero no haremos eso.
Podríamos sacar a relucir la calculadora. Decir que en el último proceso eliminatorio el equipo que jugó el repechaje lo hizo sumando 26 puntos. Como Chile tiene 7 unidades en la canasta y restan 24 por jugar, matemáticamente aún está encendida la llama de la esperanza. Tampoco haremos eso.
Podríamos redactar un texto lleno de condenas públicas pidiendo la salida de medio mundo, desde la dirigencia nacional, pasando por el entrenador y deteniéndose en los jugadores de largo recorrido, para dar paso a una nueva generación de jugadores jóvenes que volverán a dejar a Chile en el pináculo del continente. Menos, porque no creemos en eso.
Chile está, futbolísticamente, fuera del Mundial. No es un hallazgo lo que estamos diciendo. Es algo que todos y todas murmuramos en voz baja o gritamos voz en cuello. El asunto no es matemático. Es futbolístico. Una obviedad: si Chile juega así, no tiene chances de clasificar a un Mundial.
Pero hay que salir de las obviedades para tratar de apreciar el panorama. Los correctos diagnósticos son los que promueven respuestas adecuadas. Hasta la Copa América la Roja era un equipo que carecía de gol. Fallaba en la puntada final, en el último pase, en la carencia de efectividad en arco contrario.
Hoy el equipo retrocedió, porque a esa carencia se le sumó la pérdida de solidez en la defensa, ausencia total de un padrón de juego, recuperación de balones en campo ajeno, vigor en la mitad del terreno, juego por banda, alternativa de pase. Hasta el certamen continental a Chile le hacían pocos goles, casi todos provenientes de jugada con balón parado. Pero algo se rompió en el camino. Y no sabemos qué es.
Se especuló con una indisciplina en medio de la Copa América. Se desmintió y apareció la versión de la visita de un peluquero el recinto de concentración. Chile tuvo que pagar una multa y se le echó tierra a una historia que tenía otras versiones.
La Roja no volvió a ser la misma desde ese día. La distancia con el entrenador se extendió. El técnico se ve nublado, atrapado en medio de un círculo del que cuesta salir. Ganarle a Paraguay y Venezuela es, en el papel, posible, pero difícilmente logre cambiar el derrotero de una historia que parece ir en rodada.
No basta con la historia ni la suma de voluntades. Algo se rompió en el camino. Sólo los involucrados saben lo que fue. Y sólo ellos pueden repararlo.