El Premio Herralde otorgado a la novela “Clara y confusa” de Cynthia Rimsky (compartido con Xita Rubert) puede celebrarse por varios motivos. Algunos se alegrarán simplemente por chauvinismo. Los periodistas culturales, que en su mayoría no escriben sobre ningún autor que no sea Bolaño, destacarán que haya ganado el mismo premio que recibió “Los detectives salvajes” en 1998. Pero hay razones bastante más importantes para alegrarse, que quienes vienen leyendo, reseñando y publicando a Cynthia conocen muy bien. Se trata de la valoración a una propuesta arriesgada, compleja, ajena a las modas y en constante mutación, gracias a los desafíos que se ha impuesto en cada libro: el desvío de la crónica de viajes, la subversión de las convenciones entre texto e imagen, la inmersión en la filosofía medieval, la mirada sarcástica respecto a las vicisitudes de su generación, la exposición del proceso de escritura, el rescate de lugares perdidos en el mapa de la modernidad.
Resulta paradójico valorar una novela que aún no he leído, así es que además de escribirle para felicitarla le pido a Cynthia que me cuente un poco más de ella. Me dice que lo primero fue el título, “Clara y confusa”, que nació como una reacción al comentario de un editor respecto a algunas partes de su anterior libro, “Yomurí”: “en vez de enojarme o deprimirme, voy a escribir un ensayo sobre qué significa comprender”. Me comenta que de niña se sentía incomprendida, y que tampoco comprendía las cosas, por lo que quiso incorporar esa experiencia a su mirada, a su biografía. En este libro proyecta su mirada también sobre el amor, como aquello que puede resultar lo más confuso posible, pero también a la dificultad de las piezas creadas por uno de sus personajes, un artista contemporáneo. Lo que más me interesa de cuanto me transmite a través del whatsapp es que a lo largo de esta obra va oscilando, y cuando la trama se va volviendo demasiado clara, se desvía y pasa a otra cosa. Me refiere también un ensayo de César Aira, “Lo incomprensible”, quien explica que cuando estamos a punto de caer en la ilusión de que estamos entendiendo, “ahí interviene la literatura, para reponer lo incomprensible en su lugar. Lo hace cada vez que empezamos a entender demasiado”.
El desafío que nos está proponiendo Cynthia es múltiple. Nos pide una atención bastante mayor que la que prestamos a un video de Tiktok, y al mismo tiempo se desmarca de aquellos escritores que intentan convencernos de que son muy buenas personas porque se hacen cargo de los grandes males del mundo. En este libro que espero leer muy pronto estoy seguro que se nos presentará una disyuntiva más compleja y propiamente literaria, la misma que nace de su propio título, “clara y confusa”, tan paradojal e incomprensible como aquella de Franco de Vita respecto al amor: “cálido y frío”.