Recuerdo ese 7 de marzo de 2019. La Selección chilena absoluta de fútbol femenino había llegado hace un par de días de Jamaica, luego de jugar dos partidos amistosos contra la selección de aquél país, una parada más en su preparación a la Copa del Mundo.
Regresamos a Chile en el mismo avión con dos oficiales de la FIFA que traían el trofeo oficial del Mundial Femenino de Francia 2019. Era el invitado de honor a la inauguración del Camarín de La Roja femenina. Esa mañana del 7 de marzo estuvo llena de cámaras y luces. Risas y actos oficiales. Nadie era consciente de lo paradójico que era tener un símbolo de dicha y gloria en un lugar que guardó muerte y dolor. Lo sabíamos del propio Estadio Nacional, pero no particularmente del camarín que estaba abriendo sus puertas para ser el primero destinado a las mujeres futbolistas que representan a nuestro país.
Jugadoras, autoridades, estudiantes y periodistas ignorando la memoria de una habitación que fue escenario de una “película de terror” pero también de solidaridad. Así lo recuerda Víctor Labra o “Tito” para sus seres queridos, quien, movido por el “derecho a saber” le escribió esta carta a las seleccionadas.
Santiago 15 de abril de 2019
A la Selección Chilena de Fútbol femenino
Mi nombre es Víctor Labra Yáñez, tengo 70 años y hoy les escribo para contarles mi historia. El 12 de septiembre de 1973, con 22 años, fui detenido en la Universidad Técnica, ahora USACH, donde era estudiante de Ingeniería. Desde ahí me llevaron al Estadio Chile, para luego ser trasladado al Estadio Nacional donde, junto a otros compañeros, me encerraron en la escotilla 6.
Al día siguiente, fui el primero que sacaron de ese lugar para llevarme a la sala de tortura. En ese lugar me golpearon brutalmente, perdí un oído y dañaron mi tabique nasal. Cuando terminaron, me fueron a tirar a un camarín que estaba justo abajo de la marquesina. Recuerdo que en ese lugar había unas 100 personas, entre extranjeros y dirigentes de población y sindicales. Yo era el más joven y no conocía a nadie.
A pesar de lo incierto de ese momento, los otros detenidos me ayudaron tratando de curar mis heridas y protegiéndome del gélido aire que había en ese recinto. Mis recuerdos de ese lugar eran los fríos muros de cemento, el piso de baldosa y la ventana que había en lo alto por la cual en el día entraba algo de luz.
Cada ciertas horas las puertas se abrían para llevar a algunos presos a interrogar y torturar. Algunos de ellos no volvieron. Recuerdo que hubo dos que regresaron para morir tirados en el piso, ante la mirada impotente, incrédula y de horror de todos los que estábamos ahí.
Desde el primer día ese camarín se transformó en una celda de horror. Todos temblábamos cuando se abría la puerta para llevarse a alguno de nosotros. Nunca dejaron que saliéramos a las graderías. Siempre estuvimos encerrados en ese frío camarín.
Hasta que llegó el fin de noviembre cuando fui liberado.
En ese camarín viví los momentos de mayor horror de mi vida, pero también vi los gestos de mayor solidaridad que recuerdo, donde los demás prisioneros no solo me cuidaron si no que también me abrigaron con sus cuerpos para darme el calor que yo ya no tenía. Eso me permitió sobrevivir.
A comienzos de este año decidí dar mi testimonio en la Comisión de DDHH porque quería aportar a la memoria de los chilenos. Fue una decisión difícil, porque significaba revivir momentos terribles que no sabía cómo podían afectarme. Conté mi historia sin plantear ideologías ni consigas, solo con el propósito de aportar con un granito de arena para que eso nunca más ocurra.
Por otro lado, mi testimonio es el único que hay de los prisioneros que hubo en ese camarín y por eso asumí el desafío. En ese momento se nos presentó la oportunidad de hacer un recorrido por los lugares del Estadio. Es así que en forma muy especial tuve la oportunidad de volver a visitar este camarín del horror.
Me impactó estar nuevamente en ese lugar y afortunadamente, después de los malos momentos vividos, mi cabeza recordó la solidaridad que hubo entre los prisioneros y como ellos me ayudaron a sobrevivir. Su optimismo a pesar de lo que ocurría, su fé en que ese mal momento pasaría, su alegría a pesar de la maldad que nos rodeaba, su instinto de protección a los más débiles y su manera de entregar buenas energías porque amaban la vida.
Al cruzar la puerta de ese lugar donde viví momentos muy difíciles de mi vida vi un letrero que decía "Camarín de la Selección Chilena de Fútbol Femenino". Sabía de la existencia del camarín de mujeres pero al conocer que era el mismo lugar en que yo estuve detenido me dio la idea de darles a conocer a ustedes lo que allí se vivió.
Es necesario que las mujeres que nos representan tan bien en el deporte supieran lo que allí pasó. Que sepan de la solidaridad, la fortaleza, la ilusión de vencer las dificultades y las ganas de ganarle a la vida que tenían las personas que allí estuvieron.
Sentí que ustedes como grandes mujeres de nuestro querido Chile deberían conocer la fuerza de sus compatriotas y representarlos con el alma y valor que se merecen. Algo de lo cual ustedes son sus dignas herederas.
Fuerza chicas. Y a vencer en la cancha y en la vida.
Un abrazo.
Víctor Labra Yáñez.