"Una carta es una alegría de la Tierra denegada a los Dioses". Con esta frase, la escritora Emily Dickinson definió el arte de tomar lápiz y papel para escribir un mensaje a distancia, escrito a puño y letra, que en el mejor de los casos tendría respuesta a la semana.
Una tradición que data de las civilizaciones más antiguas y que fue dejada de lado ante los avances de la tecnología, pero que muchas personas han retomado como una forma revolucionaria frente a lo que se denomina “la dictadura digital”.
Actualmente, con iniciativas como la fundación Manoescrita, que enseña a niños y niñas el arte de escribir cartas con sus propias manos; talleres literarios y obras de teatro, se busca poner en valor la instancia íntima, entre dos personas, de escribir sobre la hoja.
“Hay mucha gente que está ahí haciendo la lucha por volver a escribir, lo que no es fácil ante los avances digitales, pero siempre hay una contracultura que va a volver a eso que nos define y nos salva”, comentó el escritor Ernesto Pfeiffe, responsable del taller de bolsillo “Cartas Memorables, lazos de sangre, amor y vida”, instancia que analiza cartas históricas de grandes personajes de la humanidad, entre ellas Gabriela Mistral.
La idea del taller es analizar cartas antiguas para volver a escribir una historia propia. Conocer el contexto en las que fueron escritas para motivar a nuevas generaciones a dejar un legado en papel. Y su inicio fue justo en un momento donde se pedía y necesitaba más comunicación: la pandemia del Covid-19.
“En las cartas hay una intimidad entre dos destinatarios donde se descubren cosas fascinantes, pero también se puede conocer la historia a través del contexto en que fueron escritas. Permite también conocer la época, los pensamientos, las pasiones, situaciones que no cambian mucho de lo que pasa ahora”, comentó el académico.
“AÚN QUEDA ROMANTICISMO”
Miguel Ángel Cortés (61) llegó en 1978 a la oficina central de Correos de Chile, ubicada en Plaza de Armas, en el corazón de la región Metropolitana. ¿Su trabajo? La venta de esquelas, lápices, sobres y postales; insumos básicos y vitales para comunicarse a distancia en la era pre WhatsApp.
Cualquier persona que quería enviar una carta debía, casi por obligación, pasar por su pequeño puesto. Las buenas y malas noticias, los amores y desamores, los saludos a distancia y cualquier información, incluso las peticiones al Viejo Pascuero, pasaba por este espacio. Hoy la realidad es completamente distinta.
“Nadie se da el trabajo de escribir una carta. Usted pregunta a cualquier joven si sabe mandar una carta y le va a decir que no, porque nunca han mandado. Se perdió una tradición muy linda, muy personal”, comenta el vendedor, cuyo ingreso ahora depende de los sobres que vende a extranjeros que deben hacer trámites de residencia.
“Antiguamente, le mandaba cartas a mi polola, después cuando era mi esposa le seguí mandando cartas. A mi hijo, a mi mamá, a mi papá, a mi hermano. Todavía tengo guardada una carta del año 79, que le mandé a mi esposa. Todavía la tengo guardada y ella se murió hace diez años”, detalló Miguel Ángel.
A pesar de que la modernidad obligó a Correos a girar a las encomiendas, aún se ofrece en sus oficinas el servicio de “carta normal”, ese que se entrega en Chile bajo puerta en dirección del envío, y en el mundo través de la red de operadores designados de la Unión Postal Universal. No es tan demandado como otros servicios, pero aún queda ese romanticismo, casi rebelde, de algunas personas que se niegan a soltar el lápiz.
“Se puede recuperar la tradición en la medida que dejemos un poco de lado el teléfono. Aún hay personas que envían postales de sus viajes, se ve raro, pero siguen comprando. Algunos, los menos eso sí, prefieren el envío físico a lo instantáneo del mensaje de texto”, sostuvo el trabajador.
Fuente: Memorias de Correo 2023.
EL ARTE DE ESCRIBIR
La artista Paula Aros Gho fue la creadora, hace ocho años, del proyecto “Correo”, un espectáculo teatral de participación comunitaria donde se invita retomar el arte de escribir cartas. Se trata de un grupo de cuatro estudiosos del género epistolar, quienes exponen mensajes escritos por personajes relevantes para la historia universal, e invitan al público a participar de distintos ejercicios de escritura y lectura.
“Ahora es todo como tan instantáneo y tan rápido que el hecho de darse el tiempo para escribir una carta de puño y letra, enviarla, con el tiempo que involucra, porque en el fondo toma un tiempo en que la carta llegue, en que sea recibida y en que eventualmente sea respondida esa carta, es un acto de generosidad. Es bien bonito porque hay un tema con la materialidad, o sea, la carta es un objeto material que se toca, que se puede leer, ¿no? Al contrario de la virtualidad, que es un mundo detrás de una pantalla”, afirmó la directora teatral, cuyo proyecto se presenta por estos días en Fundación Corpartes.
Una de las instancias más llamativas del proyecto es que los y las asistentes tienen la oportunidad de volver a tomar papel y lápiz, y escribir una carta para su “yo del futuro”, y tendrán la oportunidad de leerla un año más tarde cuando la reciban por correo postal.
“Es súper potente porque el público, después de un año de haber visto la obra, recibe esta carta escrita por sí mismo, dirigida a sí mismo, y se reencuentra consigo, se reencuentra con el momento en que la escribió, y valora mucho ese momento. O sea, es algo bien impactante ese momento de la obra, en donde les pedimos y está todo el mundo como muy ávido, y se produce un silencio en el teatro que es bien emocionante, como ese silencio de la escritura”, comentó Paula Aros.
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