Todos los años, las y los trabajadores de las artes y las culturas se enfrentan al ritual de la incertidumbre, un período que determina su futuro laboral: la convocatoria de Fondos Cultura, el único sistema de concursabilidad para el desarrollo cultural en el país. Algunos pensarían pertinente agregar que un momento importante también es aquel cuando se anuncian los resultados, sin embargo, estos no llegan sino al año siguiente, entre 6 a 7 meses después de entregada la postulación.
Los Fondos Cultura encuentran su origen en 1992 -mucho antes de la creación del Ministerio de las Culturas- y el objetivo principal de su creación fue el de apoyar el desarrollo de las artes, la difusión de la cultura y la conservación del patrimonio. Se trata de un sistema bastante habitual de financiamiento para la cultura alrededor del mundo. En países como Argentina existe el Fondo Nacional de las Artes y en Reino Unido, el Arts Council of Great Britain, por nombrar algunos ejemplos.
No es extraño entonces, que existan concursos públicos para financiar proyectos artísticos. De hecho, también los hay para otras áreas del conocimiento como ciencia, salud y medios. Entonces, ¿Cuál es el problema de Fondart y por qué cada año enfrenta tantas críticas desde el gremio de las artes?
Hay varias observaciones: que fomentan la competitividad entre colegas; que son disuasivos -es decir, que su complejidad provoca que las personas desistan de postular-, que es injusto que artistas emergentes y de trayectoria compitan en una misma línea, o incluso que la página de postulación es poco amigable y presenta problemas de interfaz. Sin embargo, esa es solamente la punta del iceberg de un problema mucho más profundo.
La realidad que entregan las cifras de las organizaciones especialistas, como el Observatorio de Políticas Culturales y el Informe de Estadísticas Culturales reflejan un grave problema de audiencias: en 2020, de un total de 1.620 espectáculos de artes escénicas (danza, teatro, circo, ballet, ópera, narración oral) solo se registraron 373.329 espectadores a nivel nacional.
Resulta evidente que uno de los problemas del desarrollo cultural en Chile corresponde a la falta de audiencias y públicos. Aún así, no podemos culpar a los públicos de las bajas cifras de asistencia a espectáculos, y al mismo tiempo, sería ilusorio afirmar que en un futuro los públicos puedan resolver el problema de financiamiento cultural a partir de la venta de tickets. He ahí la relevancia de Fondart: financia el 67,2% de toda la actividad artística en Chile.
Y hay cifras más preocupantes. El 56,6% de las y los artistas chilenos trabaja de manera independiente, el 88,3% no cuenta con ningún tipo de contrato de trabajo para su actividad artística e incluso más del 37% no está afiliado a un sistema de pensión para la vejez. ¿Podría solo Fondart resolver el problema de la situación laboral de artistas en Chile?
La competencia es dura y desigual: compiten entre sí artistas emergentes y consagrados
Los resultados de la convocatoria 2024 de Fondos Cultura indican que la competencia es dura y desigual. La poeta, escritora, artista visual y ganadora de la Beca Guggenheim (una de las más prestigiosas del mundo literario) Carmen Berenguer (1946-2024) no fue seleccionada en la línea Becas Chile Crea. Asimismo, la destacada dramaturga Manuela Infante (ganadora del premio Altazor y primera artista chilena en participar de la Bienal de Teatro de Venecia) declaró en El Mercurio que estuvo cerca de no concretar su última obra “Vampyr”, porque no se adjudicó el Fondart. Lo anterior evidencia por un lado la alta competitividad de los fondos y por otro, la falta de alternativas de financiamiento incluso para artistas de trayectoria internacional.
En todo caso, la reticencia más crítica hacia Fondart no tiene que ver con su formato de postulación, con el anuncio tardío de sus resultados, ni con el hecho de que entreguen casi plena responsabilidad de la construcción de audiencias a las y los artistas a partir de sus proyectos.
La desconfianza más dura hacia Fondart radica en algo mucho más profundo y difícil de resolver: es el único sistema de concursabilidad para Cultura en el país y su no adjudicación es equivalente no solo a no realizar un proyecto, sino a la cesantía de ese 88,3% que no cuenta con ningún tipo de contrato para el desarrollo de su actividad artística.
Mejorar la situación laboral de trabajadores de la cultura al mismo tiempo que se garantiza el pleno acceso a derechos culturales de la ciudadanía no puede descansar en un único concurso. Junto con modernizar Fondart y llegar al 1% de presupuesto para Cultura, es necesario pensar una nueva forma de financiar la creación, exhibición y producción artística en Chile, que no dependa de la incertidumbre de la concursabilidad y que no colapse las arcas de un solo fondo.