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Columna de Opinión

Feliz día Profe…

Andrea Pinto Vergara, doctoranda en Educación y académica del Departamento de Matemática y Ciencia de la Computación de la Universidad de Santiago de Chile.

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  • Jueves 16 de octubre de 2025 - 12:14

Hoy 16 de octubre, en Chile celebramos el Día del Profesor y la Profesora. Y sí, cada docente merece que este día exista: para ser honrado, reconocido y abrazado. Porque en sus manos está, literalmente, el futuro y presente de Chile, pues ¿puedes imaginar un país sin aulas, sin voces que expliquen, sin manos que acompañen, sin ojos que crean en nosotros?

Pero esta celebración ocurre en un contexto que no podemos ignorar. Esta misma semana supimos que casi 23 mil profesores jóvenes han abandonado el sistema educativo chileno. Lo leí dos veces para creerlo. Casi 23 mil. No estamos hablando de cifras frías: son nombres, son historias, son vocaciones que se desgastaron, vocaciones que no encontraron un lugar para florecer. Y cuando una vocación se agota, no solo pierde un aula, pierde un país. Fueron más de 5 años de estudios, de amanecidas, de sueños, de querer hacer cambios que terminaron, que se rindieron, que no pudieron. ¿o crees que estudiaron para renunciar?

¿Y qué nos dice esa cifra? Nos habla de un sistema que no cuida a quienes educan. Nos habla de condiciones laborales precarias, de aulas sobrecargadas, de burocracia sin sentido, de agresiones de estudiantes, de apoderados que no escuchan, de instituciones que exigen sin contener, sin preguntar cómo están. Nos hablan a los que los formamos pues no los preparamos para lo que venía… quizás todos fallamos.

Nos habla de profesores que dijeron basta. Y hoy quiero hablarles a ellos también. 

A ti, que te fuiste.

A ti, que dijiste "no puedo más".

A ti, que guardaste el lápiz, el cuaderno, el corazón, y cerraste la puerta del aula por última vez.

Quiero decirte algo que quizás nadie te dijo: perdón.

Perdón por cada vez que te faltaron el respeto.

Por cada silencio cuando pediste ayuda.

Por cada vez que un apoderado te gritó, que un estudiante te desafió con violencia, que tus colegas te dejaron solo.

Perdón por cada instrucción absurda, por cada vez que sentiste que tu vocación no valía nada.

Perdón por haberte hecho creer que tenías que resistirlo todo en nombre del amor por enseñar.

Este país te necesita. Y si no estás, tu ausencia se siente. No solo porque falta una figura en la sala, sino porque faltas tú, con tu forma única de enseñar, con tu humanidad, con tu presencia. Y aunque no puedas volver, porque a veces simplemente no hay vuelta atrás, quiero que sepas que dejaste huella. Que tu silencio ha sido escuchado.

Y para quienes aún están: Gracias. Gracias por seguir. Gracias por sostener. Gracias por no soltar, incluso cuando todo empuja hacia la renuncia.

Expertos lo han dicho claro: esto refleja la urgencia de mejorar las condiciones laborales, cumplir las horas no lectivas y cuidar el bienestar emocional de quienes enseñan. Pero basta de pedirte solo “vocación”. Basta de exigir sin dar. No se puede pedir excelencia cuando lo que se entrega a cambio es desgaste, soledad y sobrecarga. No basta con subir el estándar de entrada, como lo hará la Ley 20.903, que a partir de 2026 exigirá 626 puntos PAES para ingresar a una carrera de pedagogía,  si al mismo tiempo no cuidamos a quienes ya están enseñando.

Hoy, muchos profesores y profesoras trabajan en condiciones que les rompen el alma. En contextos vulnerables, con aulas saturadas, sin apoyo institucional, cargando no solo con el SIMCE o la prueba DIA, sino también con las historias de dolor de sus estudiantes, con la violencia, con la falta de reconocimiento, con el peso de ser faro... sin que nadie los cuide. En mi investigación sobre la ansiedad en docentes de matemática en Chile, he escuchado testimonios que me han hecho llorar. Profesores que dicen: “aquí uno aprende a vivir con ansiedad… no te queda de otra”. Otros que callan su tristeza, que se empastillan, que sueñan con salir corriendo de la sala. Y aún así, vuelven. Porque saben que su presencia cambia vidas. Porque creen en la educación como acto de esperanza. Pero no deberíamos normalizar ese nivel de sufrimiento… Porque de nada sirve exigir más, si quienes ya están en el sistema están agotados, ansiosos, a punto de quebrarse.

Necesitamos entender que cuidar a los profesores no es solo un gesto ético: es una necesidad estructural. No se puede construir una mejor educación sobre la base del agotamiento. Un país que exige resultados a sus docentes, debe ser capaz también de garantizarles condiciones dignas, desarrollo profesional y, sobre todo, humanidad. Y por favor entiendan mis palabras y pues no estoy diciendo que esto deba venir sólo desde el Ministerio de educación, sino de todos y todas, ¿o se nos olvido el respeto y el cariño a quien le decimos “Profe”? 

Hoy, en el Día del Profesor(a), quiero decir algo simple y necesario: gracias. A ti que sigues, a pesar de todo. A ti que enseñas con creatividad, con cariño, con rabia justa, con sueños intactos o rotos. A ti que luchas desde la sala de clases, desde el laboratorio, desde la sala cuna o el liceo técnico o desde la universidad. 

Porque si en tus manos está el futuro de Chile, en las nuestras debe estar tu bienestar.