Este verano se han registrado varios focos de incendio forestal en el país, todos muy peligrosos, sea por su rápida propagación como el de Curacaví, o por su impacto en la vida, salud, vivienda y servicios, como los de Viña del Mar, San Fernando y Villa Alegre. En cerca de dos años, desde 2021 a lo que va de 2023, CONAF registra más de 7.000 incendios forestales en Chile. Ello significa un aumento anual cercano al 5% en la cantidad de emergencias y de 34% en el número de hectáreas afectadas. Si bien es normal que los incendios forestales se comporten de forma estacional, es decir, se multipliquen en la época estival, las cifras muestran un alarmante escenario de intensificación. De alguna manera, cada año que pasa se bate un nuevo récord.
El cambio climático es un desastre lento que trae consigo calores extremos y estrés hídrico, ambos factores que son como parafina al leño. La ONG estadounidense Environmental Defend Fund estima que, en un rango de dos décadas, la temporada de incendios en países occidentales se ha extendido tres meses y medio más de lo normal, mientras que los eventos se han triplicado. Parece innegable la correlación entre cambio climático e intensificación de las amenazas de incendio forestal. Si esta es una especie de ‘nueva normalidad’, resulta oportuno revisar cómo estamos informando sobre el riesgo y estimulando la prevención en el nivel de la comunicación pública nacional.
CONAF es una entidad dependiente del Ministerio de Agricultura cuya misión principal es fomentar el desarrollo forestal y administrar políticas públicas orientadas a la conservación y manejo de áreas protegidas. Sin embargo, en la actual coyuntura, y al margen de su rol en la gobernanza, CONAF se ha convertido en quizás el emisor más importante de comunicación de riesgo de incendio forestal. Hace unos días atrás, la corporación movilizó un comunicado sobre la expulsión de extranjeros de Torres del Paine por fumar y encender una cocinilla. La entidad produce campañas y talleres focalizados en la prevención. En su sitio web, tiene un muro de bienvenida con Forestín llamándonos al cuidado de los bosques. Sin embargo, en Twitter, un elevado número de sus publicaciones diarias se concentran en el manejo de incendios. Son muy pocos los tweets diarios destinados a difundir campañas y acciones preventivas. Por dar un ejemplo, casi la mitad del contenido publicado desde la cuenta oficial de CONAF el día 18 de enero fueron RT de otras cuentas de la corporación (regionales, temáticas e individuales) para actualizar información sobre incendios en curso. Existe por lo demás una cuenta de Twitter aparte de la oficial, que se dedica exclusivamente a informar sobre incendios forestales, que se enlaza continuamente con los otros canales de comunicación de CONAF.
De un análisis tan anecdótico como este, tenemos cierto acercamiento a la huella de información que dejan las acciones de comunicación pública del principal stakeholder en materia de gestión del riesgo de incendios forestales. Se comunica más el combate de la emergencia que su prevención, polifónica y tardíamente, cuando el desastre ya ha ocurrido. La resiliencia tampoco para ser un tema de importancia. En el cuento Todos los Fuegos, el Fuego (1966), de Julio Cortázar, Roland y Jeanne se encuentran en una crisis y no consiguen comunicarse de buena manera. Su conversación telefónica se entrecorta y finalmente se suspende, ocasionando que un cigarro aún encendido se deslice de sus bocas dormidas y lo calcine todo. El fuego es tal que cruza los tiempos y alcanza también los aceites del circo romano, donde Irene y el procónsul optan por el silencio y el disimulo. Suena como si Cortázar quisiera decirnos algo, una advertencia de que el incendio es inevitable a causa de actos humanos que podrían haberse prevenido con una mejor comunicación.
Esta columna no intenta en ningún caso echar toda la responsabilidad sobre los hombros de CONAF. Por el contrario, busca persuadir de que no podemos dejar que CONAF sea el único agente encargado de la comunicación de riesgo. Sus tareas son diversas, pero pareciera que, ante la ausencia del tema en la discusión pública, debe ir continuamente a reforzar el mensaje a través de sus múltiples canales.
La literatura especializada más reciente parte por reconocer que la mayor frecuencia e intensidad de los incendios forestales en países de clima mediterráneo requieren de una gestión del riesgo más compleja. Han surgido en Grecia y Croacia algunas experiencias interesantes en esta línea, como la participación de la propia gente amenazada en el manejo de los siniestros a través de intercambios de información georreferenciada y etiquetada en redes sociales, y la creación voluntaria de datos y visualizaciones gráficas. La ciudadanía debe ser parte integral en un manejo más amplio y complejo de los incendios forestales, y para que avancemos en su mayor participación, debemos dejar de considerarles como un receptor pasivo de campañas de información y dotarles de mayores herramientas para que puedan co-gestionar el riesgo al que se exponen. Se pueden diseñar nuevas aplicaciones móviles, empujar el crowdsourcing y mapeo colectivo, generar instancias de recopilación de los datos que producen de forma voluntaria durante emergencias, y propiciar una expansión de las interacciones con distintas organizaciones públicas y privadas –no solo CONAF–, para que el mensaje preventivo sea envolvente y direccionado a la apropiación comunitaria. En eso quedan convocados SENAPRED y el Ministerio del Medio Ambiente, juntas de vecinos, ONGs, gremios y operadores turísticos. Queda mucho por inventar. Si el fuego es todos los fuegos, la comunicación también debe multiplicar sus frentes.