“Mundos Habitados” (Penguin Random House), la última novela de Roberto Merino, es una suerte de viaje por la memoria y recuerdos del escritor. Aquí despliega un atractivo recorrido, cronológico y geográfico, por los rincones de la memoria, tratando de recobrar ese Chile que se fue y que no volverá.
Esta tarde, el escritor habló en Radio Usach, sobre esta ingeniosa exploración por sus recuerdos de infancia y juventud. “La memoria está presente en las crónicas siempre, pero el tratamiento es muy distinto en este libro, porque son recuerdos inconducentes, entonces el desafío era como poder retener esos retazos extraños en un relato coherente. Estuve mucho tiempo pensando cómo lograr ese tono”, advierte Merino.
Desde la bucólica rememoración de la vida en el campo a la dificultosa instalación en la ciudad, pasando por diversos espacios compartidos con familiares y conocidos, son parte de este libro. “En esta novela las calles tienen un sentido muy simbólico porque son la salida al mundo. Las casas, luego las esquinas, las mismas calles, hasta llegar a las avenidas y finalmente la ciudad. Se van expandiendo como la memoria”, afirma el escritor.
Precisando, el autor configura su propio mapa de recuerdos. “Yo creo que los lugares que rememoro son como la zona entre la calle San Isidro hasta la Alameda, Providencia antiguo, el centro que era un mundo, estaban los restaurantes, las radios, todo giraba en torno al centro”, recuerda. “Creo que se ha perdido lenguaje y eso es claro, cuando la gente hablaba en la calle era interesante escuchar, conversar es una forma de ser amable con el otro. Luego en los noventa fue una novedad una especie de triunfalismo que nos dejaron figuras como Bonvallet, el Chino Ríos, que cambiaron la forma de ser”, asegura.
Concluyendo, Roberto Merino no deja pasar el momento para deslizar una crítica. “Uno podría poner como ejemplo el Instituto Nacional, los profesores viejos eran maestros, expertos en sus materias, había un nivel de transferencia que subía el debate. Había un uso de la palabra, y eso tiene que ver con la aceptación del otro, el ponerse de acuerdo. Ha habido un empobrecimiento en el lenguaje. La degradación del Instituto Nacional ha sido buscada por las autoridades por esta idea de la igualdad, y ahora tenemos estos niños con bombas molotov en las manos”, finaliza.
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