En las últimas semanas se supo que un ingeniero de Google había sido despedido luego de revelar que un sistema de inteligencia artificial desarrollado por la compañía tendría pensamientos y emociones humanas. Según detalló el despedido ingeniero, Blake Lemoine, el sistema LaMDA sería capaz de sentir placer, alegría, amor, tristeza, depresión, satisfacción e ira, e incluso reconoce su miedo a ser apagada, acción que compara con la muerte.
¿Puede un sistema de inteligencia artificial llegar a sentir? ¿Cuáles son los límites éticos para el desarrollo de estas tecnologías? Para ahondar en estas materias, Razones Editoriales conversó con el neurocientífico de la Universidad de Chile, Pedro Maldonado. “Hay mucho escepticismo a nivel mundial, porque este algoritmo simula lenguaje humano, y responde lo más parecido a lo humano. Este ingeniero hizo muy bien su trabajo porque este algoritmo es capaz de simular o replicar lo humano, pero no necesariamente siente emociones como lo hace un humano”, aclara de entrada.
Sobre el trabajo de Google en la inmortalidad, Maldonado considera. “El problema del envejecimiento se está estudiando con las células, pero otra manera de inmortalizarnos es conectarnos con dispositivos de inteligencia artificial. Ninguna de estas cosas está cerca en el avance científico, estamos lejos de entender cómo envejecemos y aún estamos más lejos de entender cómo funciona el cerebro”, advierte el científico.
En ese sentido, hacia dónde estamos apuntando en Inteligencia Artificial, el experto precisa. “La pregunta es cuánto nos vamos a demorar en alcanzar los niveles de sofisticación de la IA. Lo cierto es que los computadores tienen la capacidad de hacer operaciones mucho más rápido. Pero el problema ético tiene que ver con la equidad, quiénes podrían pagar por esa tecnología. Debemos asegurar el acceso equitativo”, sostiene.
Despejando las dudas respecto a la capacidad de discernir, el neurocientífico especifica. “Lo que hacen los algoritmos es discriminar cosas, agrupar o diferenciar, eso lo hace muy rápido, pero no toman decisiones. Las computadoras ahora no piensan. Hay miles de científicos trabajando para que hagan cosas parecidas a nuestro cerebro, pero aún no lo logramos”, lamenta.
Finalizando, Pedro Maldonado reflexiona. “La pregunta es qué es lo que nos hace humanos, en la medida que eso se responda, se podrá avanzar. La pregunta es: entregaremos a las máquinas el poder de decidir porque lo harán mejor, o no estamos dispuestos a entregar la libertad de tomar nuestras propias decisiones, aunque nos equivoquemos. Eso es muy humano”, expone. “¿Cuál es la conducta humana real? No hay una sola forma, cual de todas nuestras conductas se incorporará a la máquina. La riqueza del ser humano es la diversidad y eso es lo que nos configura como raza”, concluye.
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