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"Gracias por el favor concedido": La religiosidad de las animitas que se transformó en patrimonio popular

La creencia popular acostumbra construir una pequeña casita de veneración para recordar a quienes murieron de forma trágica. Con los años algunas, dicen, se vuelven milagrosas y parte fundamental del entorno urbano de la ciudad.

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  • Fabián Escobar

  • Martes 29 de octubre de 2024 - 09:18

“No sabría cómo explicar lo que siento estando acá. Es pura fe y agradecimiento. Hice una promesa hace cinco años, casi por descarte, porque era lo último que me quedaba y se me cumplió. Desde ese día vengo cada vez que estoy en Santiago. Es una obligación que me impuse. Si no la cumplo, me siento mal, me siento en deuda”.

Camilo Martínez (54) es una de las tantas personas que transita por Estación Central y se da el tiempo para estar frente a la popular animita de Romualdito. Un espacio que la creencia de las personas ha transformado en sagrado y que a diario recibe ofrendas, dinero, velas, agradecimientos y una que otra petición por salud, trabajo y estabilidad emocional.

La rutina del hombre frente a la animita de Romualdito es prender una vela, un par de minutos de reflexión, agradecer al cielo, limpiar si es necesario y con eso siente que cumple con su parte de la promesa. “Para mucha gente es incomprensible, pero estando acá se siente algo especial. Romualdito me cumplió y yo tengo la misión de venir siempre”, comenta el hombre.

Cabe señalar que Romualdito es una de las animitas más antiguas de Santiago y data de la década del 30. Ubicada en la calle San Francisco de Borja, en Estación Central, ocupa un tramo considerable de la calle con pequeñas casitas azules decoradas con agradecimientos y velas.

El origen de la devoción por este “santo popular” fue tema de debate por muchas décadas, incluso en algún momento se llegó a pensar que era un niño que murió en la calle. Sin embargo, una investigación de la PDI en 2012 concluyó, en base a partes médicos y policiales, la identidad de la persona que en 1933 murió trágicamente en la calle San Borja. Según la investigación, se determinó que el verdadero nombre de Romualdito era Romualdo Ivani Zambelli, un mecánico de ascendencia italiana de 41 años, soltero y sin hijos, que vivía apenas a cinco cuadras de donde se levantó el memorial en su honor, en la calle Lisperguer 3548 de Estación Central, dirección en la que vivió durante 4 años.

FE A TODA PRUEBA

Desde la Iglesia Católica chilena aseguran que las animitas son un lugar de veneración otorgado a las personas que han fallecido de forma trágica y violenta. Según la tradición popular, en el lugar mismo de su muerte se construye una pequeña casita o templete que sustenta una cruz donde se inscribe el nombre del difunto y la fecha del fallecimiento.

No existe un diseño único de lo que debe ser una animita, ni menos un esquema reglamentado que cumplir; su construcción es tan variada y heterogénea como lo son sus seguidores. Sin embargo, existen tres modalidades de construcción, aunque con innumerables variaciones dentro de cada una. La casita que imita a una iglesia, el cajoncito y la lápida, es decir una sola piedra oblonga. La única constante es la delimitación de un espacio. Este puede estar demarcado por un cerco de madera, fierro o piedras, o por la construcción misma de la animita.

No existe un registro exacto de cuántas animitas hay construidas en el país, pero se pueden ver de distintos tamaños en carreteras y caminos de todo Chile. Incluso algunas no son visitadas, pero pocos se atreven a eliminarlas. En algunos casos son removidas y reubicadas.  

“Las animitas forman parte del patrimonio social chileno. es una costumbre que va del norte de Chile hasta la región del Biobío, más al sur no es tan común. La construcción de estas animitas tiene que ver con muertes trágicas. La gente cree que queda el alma de la persona en el lugar y se genera una especie de atracción, como una fuerza especial para poder hacer favores”, comentó el teólogo Hugo Zepeda, quien asegura que en la actualidad estas construcciones conviven en armonía con el desarrollo urbano de la ciudad.

“La fe de las personas siguen manteniendo vigente la construcción de animitas y la Iglesia con el paso de los años ha tenido una actitud condescendiente con este tipo de manifestaciones, también las autoridades. Hoy, por ejemplo, Romualdito, es parte esencial de Estación Central”, sostiene Zepeda.  

 LA TERRIBLE HISTORIA DE MARINITA Y EL PESAR POR LOS INFANTES

Marina Silva Espinoza fue asesinada en 1945 cuando apenas tenía tres años der edad, al interior del Parque Cousiño, conocido por estos días como el Parque O’Higgins. El autor del crimen fue su padrastro, quien culpaba a la niña de ser el motivo de pelea con su pareja.

Según los reportes de la época, Pedro Castro San Martín invitó a la niña a dar un paseo por el parque, donde con una cortapluma decidió quitarle la vida, en una noticia que conmocionó al país y que transformó de inmediato el lugar del crimen en un puesto de peregrinación.

Se estima que los primeros devotos llegaron donde Marinita al poco tiempo de su muerte. Hay placas que datan de noviembre de 1950, apenas cinco años después que fuera asesinada. Otras pertenecen a la década del '60, del '70 y así en adelante.

En la actualidad, la animita de Marinita es una de las más populares de la región Metropolitana. Un espacio de reflexión, adornado mayoritariamente por juguetes, peluches y notas de agradecimiento de todo tipo.

DE LA FE AL PATRIMONIO

A mediados de 2023, el Consejo de Monumentos Nacionales, decidió declarar monumento histórico la Animita en memoria de Petronila Neira Bustos, lugar de peregrinación para miles de sus devotos de Concepción. La acción fue considera como un acto de justicia urbana y patrimonial, ya que no solo reconoce la fe de las personas, también el aporte cultural de este tipo de construcciones. 

Conocida como una Santa Popular en la región del Biobío, la joven costurera de calzado fue víctima de femicidio en los inicios del siglo XIX. El relato se traspasa de boca a boca y ha sido inspiración de libros y obras de teatro. Se dice que el primer milagro de Petronila Neira fue consigo misma, al hacer que su cuerpo emergiera de las profundidades de la Laguna Redonda, a pesar de las piedras que sus homicidas pusieron en sus bolsillos.

Sin duda un reconocimiento al fervor popular de una comunidad que, luego de más de 100 años, no se consuela por su dolorosa pérdida y hoy la reconoce como una verdadera Santa Popular.

 

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