Los días de paseo junto a su padre, por distintos persas comerciales, forjaron la pasión de Juan Antonio Santis (63) por los juguetes chilenos. Considerado como el primer coleccionista de estos artículos en nuestro país, el profesional lleva más 20 años dedicado a reunir juguetes de fabricación nacional, los que expone desde 2005 en la Fundación Museo del Juguete Chileno.
Se trata de piezas invaluables, con un alto valor patrimonial, ya que ofrecen un testimonio único de una época en la cual Chile tuvo una industria en este rubro. A través de los juguetes es posible leer la historia de la nación y sus cambios sociales, pero también sirven como un instrumento que nos transporta a otra época, menos digital y más conectada con la imaginación.
“El juguete, principalmente del siglo XX, normalmente es la miniaturización de la vida real. Neruda lo llama como la ‘introducción al arte’, pero también puede ser un elemento educativo en el sentido que tú al tener un juguete en la mano, de estas características físicas, te permite generar mundos entorno a eso. En términos simples, el desarrollo de la imaginación”, comentó Santis en conversación con Diario Usach.
El especialista sabe que su trabajo apela a la nostalgia de los niños y niñas del ayer, de esos que recibían con suerte un par de juguetes al año para el cumpleaños y Navidad, lo que obligaba a generar un lazo “afectivo con el artículo”, a cuidarlo y hacerlo tu compañero de aventuras. Una realidad que en pleno 2025 cambió radicalmente en las infancias chilenas.
“Hay un momento en que el niño todavía genera estos lazos afectivos, pero también está la presión social de adquirir lo que está validado, ya sea por una serie o por la película del momento. Llegó un tema de consumo y eso cambió la forma de jugar, que lleva a que el niño o niña demande juguetes que están de moda, avalados socialmente”, sostiene.
A la hora de hablar de juguetes típicos de esta parte del mundo, Juan Antonio Santis asegura que no existen artículos “propiamente chilenos”, y que su origen en muchas ocasiones es una variación de alguno que existían en otras partes del planeta, aunque sí hubo una industria importante para su fabricación, la que tuvo su época dorada después de la Segunda Guerra Mundial.
“Se trabajaba principalmente con madera, hojalata, plástico. Chile, de hecho, es un país pionero con los objetos de plástico”, comentó el experto, que, a la hora de elegir los clásicos nacionales, tiene un ranking muy claro con las preferencias de los chilenos y chilenas.
“Tenemos los palitroques, que tienen un origen europeo, pero acá una motivación más lúdica, ya que muchas veces eran payasitos o soldados. Los trompos, que pasa de la evolución del trompo de madera clásico, con el que el niño juega en la calle, al trompo de interior, el trompo de hojalata, que se accionó con un émbolo, que hace que gire, y muchos de ellos emitían un sonido, entonces los vendían como trompo musical”, comentó el especialista.
DESDE TOPO GIGIO HASTA EL BARCO DE CONSTITUCIÓN
El pasado 4 de junio, la Corporación Cultural de Lo Barnechea inauguró la exposición “Jugar: tesoros de la infancia chilena”, la que incluye una selección de 150 piezas cuidadosamente elegidas y que estará abierta a todo público hasta el 22 de agosto, para contar la historia de la juguetería chilena, con ejemplares que datan hasta 1892.
De la mano del trabajo de Juan Antonio Santis, la muestra exhibirá piezas que recorren hasta 100 años de la historia juguetera nacional, con juegos de cocina, automóviles, muñecas, aviones, soldaditos, animales, instrumentos musicales y maquinarias de construcción de diversas materialidades como madera, hojalata e inclusive plástico.
La exposición cuenta con figuras icónicas de la infancia chilena, como el recordado Topo Gigio, el popular chancho Juanito, Pitufo y Pitufina -en representación de Los Pitufos-, la Pantera Rosa, la “micro Ardilla” con sus caricaturas de pasajeros representativos de la década de 1950, muñecas de la línea Coquette de la marca Juguetes Gloria, así como otras muñecas de distintas épocas dispuestas en dioramas especialmente diseñados para esta exposición.
También destaca un proyector de filminas de la marca Roynel, fabricados a los hermanos Rosa y Nelson Machuca e incluso piezas de fabricación de fuera de Santiago que también es parte de la historia de la juguetería nacional, como el barco de la fábrica Germania, de Constitución, que navega en agua real gracias a su sistema de cuerda helicoidal.
“Durante mi posgrado, nos dieron la tarea de armar una exposición con una pieza chilena”, recuerda Santis sobre cómo empezó su colección. “Y pocos días antes había visto en la Feria de Antigüedades de Valparaíso un tanque de hojalata, de la marca Ramón Vázquez Carvajal, que tenía su fábrica en el Cerro Los Placeres, en los años 40. Fue la primera pieza que adquirí y me llevó a descubrir que nadie había tocado el tema. Así que esta pieza tiene esa importancia de ser la que inicia la colección y futuro”.
Lugar: Espacio Arte del Centro Cívico de Lo Barnechea (Av. El Rodeo #12.777, piso -1).
Cuándo: Hasta el 22 de agosto, de lunes a viernes entre 8:30 y 17:00 horas,
Entrada liberada.
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