Hace treinta y un años la quebrada de Macul fue escenario de uno de los desastres de mayor magnitud que han afectado a la Región Metropolitana. Estamos hablando del aluvión de 1993; que dejó a 32 mil damnificados, 307 viviendas destruidas, 5.600 viviendas dañadas, 8 desaparecidos, 85 heridos y 26 fallecidos.
A un poco más de tres décadas, el fantasma de esta tragedia vuelve al debate público debido a la advertencia de algunos expertos por asentamientos irregulares cada vez más presentes en el mismo lugar del aluvión.
En Radio Usach, Mirna Schindler conversó con Sebastián Laclabere, experto del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres y profesor de la Facultad de Arquitectura y Ambiente Construido de la Usach sobre lo ocurrido allí, y cómo se conecta con la precariedad de la vivienda. “Nos encontramos en las últimas décadas frente a un incremento de desastres naturales debido a la crisis climática mundial, pero también con el hecho que nuestras ciudades son cada vez más grandes y eso hace que terminemos ocupando espacios que antes no ocupábamos, como el pie de monte. Eso pasa en la quebrada de Macul”, sostuvo.
“Asentamientos informales y localización geográfica crítica terminan exponiendo a las personas a posibles desastres. Basta que llueva mucho para que esas quebradas se activen y pase a transformar la normalidad en desastre”, advirtió.
En cuanto al tema de la previsibilidad de los desastres, el profesor de la Usach es enfático. “Los aluviones son un tipo de desastres muy previsibles. Sabemos dónde están las quebradas y sabemos que uno no debiera habitar allí. Pero pasa que las consecuencias de los flujos migratorios hacen que la cantidad de los campamentos aumente y se ocupe el espacio disponible, y lamentablemente son los espacios de riesgo los que terminan siendo habitados”, aseguró.
Sin embargo, para Sebastián Laclabere existe otro factor de riesgo: La presión inmobiliaria. “En los alrededores de la quebrada de Macul hay condominios construidos con precios bastantes altos. Hay una presión de crecer hacia la precordillera. Es más, la falla de San Ramón atraviesa todas las comunas del sector oriente de Santiago y está toda construida. Se estima que una posible activación de esa falla tendría consecuencias que podrían ser catastróficas”, comentó.
Finalizando, el especialista del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres concluyó: “El problema es de difícil solución porque no hay una planificación territorial. Necesitamos que existan planes reguladores comunales para señalar qué territorios son habitables y cuáles no. Sin embargo, la celeridad de la urgencia habitacional y el asentamiento es rápido, por lo que se tiende a llegar tarde”.
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