Pese a que uno de los efectos positivos que la intensa lluvia que cayó en la zona centro sur del país hace algunos días fue que los embalses de gran tamaño, que se ubican en las regiones metropolitana y de Valparaíso, llegaran a un 99% y a un 89% de su capacidad, también se produjeron varias situaciones de inundación que provocaron situaciones de peligro tanto para los territorios habitados por personas como diversas localidades naturales.
Y una de las zonas que se vieron afectadas es la que ocupan los humedales de El Membrillo y San Gerónimo en la comuna de Algarrobo. De hecho, un reportaje realizado por Chilevisión Noticias mostró como ambos ecosistemas colapsaron inundando las superficies aledañas, entre las que encontraban varios tipos de edificaciones.
Ante la urgencia, y para evitar que este tipo se hecho se produjera en el futuro, la Municipalidad de Algarrobo determinó la abertura de dichas áreas de manera forzada y con la utilización de maquinaria pesada. ¿Y qué pasó con eso? La acción permitió la rápida disminución de los niveles de agua, pero a su vez, el torrente que se generó terminó generando grandes perjuicios a la flora y a la fauna del lugar.
Recordemos que los humedales se consideran como entornos indispensables para el ser humano y la bio diversidad por ser consideraros como importantes suministros de agua dulce, recarga de aguas subterráneas y como útiles herramientas para la erradicación de los efectos del cambio climático. “En el caso de los humedales costeros, hay una calidad de agua particular llamada salobre, que es mezcla de líquidos dulces y salinos. Es como un punto intermedio en el cual hay especies que se adaptan. Y ellas se vuelven vulnerables porque no les gusta estar en el mar ni en aguas continentales. Están en un equilibrio bastante frágil”.
¿La determinación fue la adecuada?
“La verdad es que es súper debatible y es difícil pronunciarse respecto de que si lo hecho está correcto porque hay un punto de vista que es normativo y otro que es más moral pensando en el bienestar humano”. La opinión corresponde a Carlos Reiher, académico del Departamento de Ingeniería en Obras Civiles y jefe del Laboratorio de Hidráulica de la Universidad de Santiago de Chile (Usach).
Sin embargo, el académico sostiene que la urgencia no avala que la medida “haya sido realizada de una manera tan brusca y con características tan irreversibles”. De hecho, el profesional sostiene que tras la abertura se produjeron “impactos ambientales de manera inmediata”, apuntando a la vegetación de los pantanos y a los animales que ahí habitan.
Reiher indica que este tipo de acciones se podrían prever con una mejor planificación “porque no es muy deseable que se tenga que vaciar una laguna natural”. “Yo creo que, más bien, hay un tema de regulación, de una falta de limitación adecuada o actualizada que considere el tema de variabilidad climática, de las áreas que son inundables, de la definición de las zonas que deben estar restringidas para que vivan personas, y bueno, incluso en el escenario extremo en que sea necesario tomar una acción, para que esa medida no se aplique de forma tan improvisada. Recordemos que se pueden llegar a configurar delitos de alteración al medioambiente por el hecho de generar algo que después no tiene forma de detenerse de una manera adecuada”, señala.
Además, el profesor indica que siempre hay que velar por los humedales más allá de la época de precipitaciones: “Después viene todo el resto del año en que esta agua sirve para un propósito de subsistencia del ecosistema y lo necesitamos para ser parte del entramado de funciones y relaciones que hay entre el ser humano y la naturaleza”, indica.
¿Qué se podría haber hecho?
El especialista de la Universidad de Santiago explica que para evitar las situaciones de anegamiento que se produjeron en los humedales de El Membrillo y San Gerónimo hay que aplicar “maniobras más lentas, por ejemplo, a través de la abertura de canales por otros lados que podrían evitar los vertimientos excesivos, sin generar corrientes cuando se abren las brechas de arena”. Reiher indica que cuando eso ocurre, los torrentes comienzan a pasar con mayor velocidad y es ahí cuando se producen esos “crecimientos excesivos de las zonas que se utilizan como desagüe”.
Para Carlos Reiher, lo importante siempre es esperable que en los humedales “existan fluctuaciones naturales, con ciclos mayores y menores de escurrimiento ya que eso permite regular la existencia de las componentes del ciclo del agua, las filtraciones subterráneas y la mantención de humedad en zonas de riberas”.
En lo que respecta a la regulación, el académico afirma que en Chile falta una herramienta legal que acomode las diferentes realidades que ocurren alrededor de estos sistemas para que exista un buen resguardo. De hecho, para los próximos días se espera la promulgación del proyecto que crea la Ley de Protección de los Humedales Rurales. Dicha normativa permitirá el establecimiento de zonas de amortiguación, el uso racional y cualquier otra materia que tenga que ver con medidas de protección y preservación. De igual forma, se señala que no podrá construirse sobre humedales rurales.
Para el académico de la Usach, aquí lo importante es que las normas que se establezcan no se terminen topándose en conceptos. En ese sentido, recalca que es fundamental que los textos legales vayan de la mano con los instrumentos de planificación territorial. Solo así se podrá garantizar la mantención de estos ecosistemas
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