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Investigación

¿Por qué postergamos nuestras metas y qué hay detrás del estancamiento personal?

El miedo al error y una autoestima ligada al rendimiento aparecen como factores centrales en la postergación de objetivos. La psicología advierte que este comportamiento puede impactar en la salud mental.

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  • Diario Usach

  • Martes 30 de diciembre de 2025 - 17:06

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Postergar metas importantes suele interpretarse como falta de disciplina o motivación. Sin embargo, desde la psicología se plantea que este comportamiento está vinculado a la manera en que las personas enfrentan la incertidumbre y evalúan su propio valor. Avanzar hacia un objetivo implica exponerse a la posibilidad de equivocarse, y ese riesgo puede activar respuestas de evitación.

Cuando las metas se convierten en una medida del valor personal, el error deja de ser parte del proceso y pasa a vivirse como una amenaza. En ese contexto, aplazar tareas puede funcionar como una forma de autoprotección frente al miedo a fallar.

Un estudio publicado en 2019 en International Journal of Environmental Research and Public Health, identificó dos patrones frecuentes en personas con una autoestima frágil o dependiente del rendimiento. 

El primero es el autosabotaje, que se manifiesta en la postergación deliberada o en no dar el máximo esfuerzo para justificar un posible mal resultado. El segundo patrón es el pesimismo defensivo, caracterizado por expectativas bajas y una preparación mental orientada a anticipar el peor escenario. 

Ambas estrategias buscan reducir el impacto emocional del fracaso, pero a largo plazo pueden limitar el aprendizaje y el avance personal.

En contraste, quienes se orientan al aprendizaje y al desarrollo de habilidades muestran una motivación más estable y una relación menos amenazante con el error. En estos casos, el fracaso no define la identidad, sino que se integra como parte del proceso de crecimiento.

EL IMPACTO DE LA POSTERGACIÓN EN LA SALUD MENTAL

En 2024, BMC Psychology profundizó en la relación entre la procrastinación y el bienestar psicológico, concluyendo que la postergación persistente se asocia con un aumento de los síntomas de ansiedad y depresión, especialmente en contextos académicos de alta exigencia.

Estos hallazgos refuerzan la idea de que postergar no es solo una dificultad organizativa. Se trata de un patrón de conducta que puede tener consecuencias emocionales significativas.

Además, el aplazamiento se ha vinculado con el perfeccionismo y la preocupación excesiva por cometer errores. Cuando los estándares personales son muy elevados y el error se vive como algo inaceptable, iniciar una tarea puede resultar emocionalmente amenazante.

En ese contexto, la evitación funciona como una estrategia para reducir la ansiedad inmediata, aunque a largo plazo refuerza el problema.

LA MENTALIDAD COMO FACTOR CLAVE

La manera en que las personas interpretan sus propias capacidades también influye en cómo afrontan las dificultades. 

En este enfoque, el error no aparece como el problema central, sino el significado que se le atribuye. Si un tropiezo se vive como una confirmación de incapacidad personal, el miedo tiende a intensificarse, lo que puede bloquear la acción y reforzar la postergación.

Desde la psicología, se plantea que adoptar una mentalidad de crecimiento permite comprender las habilidades como desarrollables.

Esta perspectiva facilita separar el valor personal del desempeño, reduce la carga emocional asociada al error y favorece una relación más flexible con el aprendizaje. Como resultado, disminuyen tanto la evitación como el malestar emocional ligado a la postergación.

Poner en palabras estos vínculos ayuda a desplazar la pregunta del por qué no se actúa a cómo se experimenta la acción. Ese cambio de enfoque puede marcar una diferencia significativa, pues no se trata solo de actuar distinto, sino de comprender desde dónde se actúa.

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