“El rojo pasó a ser del color del amor al de la sangre y el hambre” recuerda Arianna De Sousa- García cuando era una adolescente en la Venezuela de Chávez, mucho tiempo antes de que decidiera macharse de su natal Puerto La Cruz para emigrar, como cientos de miles de sus compatriotas, a Santiago de Chile y preguntarse con decepción, ante la violencia y desdén hacia su pueblo, “¿cuándo nació el odio en un país que conoció el horror?”.
La denuncia ante el hambre feroz, los apagones apocalípticos (“una noche duró cinco días”) de 2009 y 2010 que se cobraron numerosas vidas, entre ellas, la de recién nacidos por no operar los generadores de los hospitales, el despilfarro de toneladas de comida y de leche, alimentos todos controlados por el Estado chavista, casos de corrupción entre las autoridades, adoctrinamiento y represión, son algunos de los temas que aborda la periodista y escritora en su libro Atrás Queda La Tierra.
En el programa Frecuencia Pública, la periodista Daniela Figueroa conversó con la autora quien comentó que “mi intención siempre que estuve escribiendo el libro era sentir algo, no sólo contar, sino que este relato hiciera al otro sentir lo que nosotros sentimos, pero también está la cuestión del cuidado del otro”.
Y sobre lo que narra en Atrás Queda la Tierra, sostuvo que “justamente parto con esos temas porque pareciera que la visión desde fuera de la migración precisara algún tipo de cosa absolutamente extraordinaria, sin nombre, cuando la verdad es que lo que nos faltó y lo necesario son cosas básicas. Yo he hablado mucho del tema eléctrico venezolano con mucha gente y la verdad es que no llegan a pensar las consecuencias que no haya luz, no es solo el aburrimiento, no fue que tu teléfono se quedó sin batería, sino qué significa esto para hospitales, para personas que están en sus casas pero que dependen de oxígeno. Qué significa eso para todas las personas, no solo las que están bien”.
Crónica, ensayo testimonial, con una excelente pluma _a ratos lírica para despercudirnos de tanto horror_ es que lo Arianna de Sousa García despliega en este documento que dedica en primera instancia a su hijo, uno que no se siente ni venezolano ni chileno, sino de todos los lugares del mundo, es el aporte de una madre, de una periodista, de una ciudadana por preservar la memoria, la que sabemos es muy frágil: “Que sea un regalo al futuro, tiene que ver con que toda esta información pueda ser vista no solo por otros muchos niños migrantes, no necesariamente venezolanos, sino también con cualquier persona que no tenga esta información porque al final cuando carecemos de información somos como un niño”.
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