La mañana del domingo, las y los habitantes del Barrio Huemul, zona típica y uno de los sectores patrimoniales más valiosos del centro de Santiago, despertaron con una imagen que, lamentablemente, comienza a volverse recurrente: muros rayados, postes pintados de azul y rojo, y los edificios más emblemáticos del sector intervenidos con mensajes alusivos a una barra brava.
El Teatro Huemul y la antigua Caja de Ahorros, ambos inmuebles privados pero protegidos por la Ley de Monumentos Nacionales, fueron nuevamente vandalizados, encendiendo la molestia y preocupación de la comunidad.
En redes sociales, los vecinos del sector difundieron fotografías y una declaración tajante: “Este no es un rayado más. Es un delito, sancionado por la Ley 17.288 de Monumentos Nacionales. ¿De qué sirve ser Zona Típica o Monumento Nacional si nadie protege el patrimonio cuando lo atacan?”.
RELEVANCIA CULTURAL
El Barrio Huemul forma parte de la historia urbana de Chile desde 1910, cuando fue proyectado como la primera población obrera moderna del país. Fue levantado durante el gobierno de Ramón Barros Luco y concebido como una “ciudad satélite” dotada de servicios sociales inéditos para la época: biblioteca, teatro, escuelas diferenciadas para hombres y mujeres, iglesia, servicios de salud, maternidad y espacios cívicos.
Su diseño estuvo a cargo del arquitecto Ricardo Larraín Bravo, quien planificó un conjunto residencial de calidad superior, con elementos constructivos importados desde Inglaterra y un eje urbano centrado en la plaza principal, decorada con palmeras traídas de las Islas Canarias.
El barrio mantuvo su relevancia cultural por décadas. No sólo fue pionero en políticas de vivienda obrera, sino que también alojó hitos históricos como la residencia de Gabriela Mistral en 1922, la escuela Nemesio Antúnez y la construcción del Teatro Huemul, diseñado como un pequeño Teatro Municipal para 200 personas.
En 2016, el sector fue declarado Monumento Nacional en categoría Zona Típica, reconociendo su valor arquitectónico, social y patrimonial. Esa declaratoria, sin embargo, hoy contrasta con una realidad que los vecinos describen como “abandono institucional”.
LA PANDEMIA PROFUNDIZÓ EL DETERIORO
Vicente Maffioletti, vocero del Consejo Vecinal de Desarrollo del Barrio Huemul, cuenta que la vandalización comenzó a intensificarse durante los años de encierro por la pandemia del Covid-19.
“Después de la pandemia cambió la lógica del espacio público. El barrio quedó muy abandonado y recuperar el trabajo comunitario fue difícil. En ese periodo comenzaron a aparecer rayados en la plaza y en el teatro, que es monumento nacional”, señala a Diario Usach.
Aunque inicialmente se trataba de intervenciones aisladas y anónimas, hace algunos meses el problema tomó otra dimensión: la plaza y su mobiliario urbano amanecieron pintados con los colores y símbolos de la Universidad de Chile.
“Fue claramente una acción para marcar territorio. Se pintaron bancas, basureros, postes e incluso estructuras que sostienen las palmeras. Eso nos preocupó muchísimo”, explica Maffioletti.
La comunidad pidió acciones municipales. Al no obtener una respuesta rápida, los propios vecinos organizaron faenas de pintura y restauración. Durante septiembre repintaron postes y recuperaron gran parte del entorno. Pero la tranquilidad duró poco.
“El fin de semana de nuestro aniversario, el barrio volvió a amanecer pintado. Esta vez rayaron el Teatro Huemul y la ex Caja de Ahorros con grandes murales en azul y rojo. Quitar esa pintura es carísimo, porque no son muros pintados: son ladrillos originales de más de cien años”, lamenta.
Limpiar estos edificios requiere maquinaria especializada como hidroarenado, un proceso que puede costar millones de pesos y que, según el dirigente, ninguna institución está asumiendo.
La restauración de estos inmuebles enfrenta un problema adicional: tanto el Teatro Huemul como la antigua Caja de Ahorros son privados.
“El teatro pertenece al Arzobispado por lo que el Estado no invierte él. Y esas instituciones tampoco cuentan con recursos para restaurarlos”, indica Maffioletti.
El dirigente agrega que la falta de claridad en la responsabilidad institucional ha permitido que el problema crezca sin consecuencias. “Vandalizar monumentos nacionales es un delito. Pero ¿quién denuncia? ¿Quién fiscaliza? ¿Quién sanciona? Si nadie actúa, esto queda impune”, reclama.
Para la comunidad, el conflicto no se reduce a hinchas pintando paredes. Aquí —dice Maffioletti— hay un problema estructural: “ausencia de educación y responsabilidad sobre el cuidado del patrimonio”.
“No puede ser que los clubes no tengan responsabilidad sobre sus barras. Y tampoco puede ser que el municipio o el Estado no actúen ante daños a una zona típica. La comunidad sola no puede con esto”, señala.
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