Un estudio publicado en la revista Nature Medicine señaló que caminar podría ayudar a disminuir el riesgo de desarrollar Alzheimer, especialmente en personas mayores con predisposición a la enfermedad.
Desde hace años se sabe que la actividad física está asociada a un menor riesgo de demencia. Sin embargo, según explicó al New York Times el director del Departamento de Neurociencia del Instituto de Investigación AdventHealth, Kirk Erickson —quien no participó en el estudio—, lo relevante de esta investigación es que muestra cómo el ejercicio podría influir directamente en proteínas vinculadas al Alzheimer.
Para llegar a estas conclusiones, los científicos siguieron durante nueve años a casi 300 adultos entre 50 y 90 años. Cada participante se sometió anualmente a pruebas de memoria y a escáneres cerebrales para observar dos proteínas clave: la beta-amiloide y la tau.
Cabe señalar que la acumulación de beta-amiloide es considerada uno de los primeros pasos del Alzheimer. Con el tiempo, esta acumulación favorece la formación de ovillos de tau dentro de las neuronas, lo que afecta su funcionamiento y provoca deterioro cognitivo.
El estudio encontró que la cantidad de actividad física diaria no influyó en la acumulación de amiloide. Pero sí se relacionó con la cantidad de tau y con la velocidad del deterioro cognitivo.

Según los resultados, caminar entre 3.000 y 5.000 pasos al día se asoció con un menor riesgo de Alzheimer en comparación con realizar menos actividad física. Los beneficios fueron mayores al alcanzar entre 5.000 y 7.500 pasos diarios. Superar esa cifra no mostró ventajas adicionales.
Cabe destacar que ninguno de los participantes tenía deterioro cognitivo al inicio del estudio, aunque cerca del 30% presentaba altos niveles de beta-amiloide, algo frecuente en la edad avanzada y no siempre ligado a síntomas.
La neuróloga del Hospital General de Massachusetts y autora principal del estudio, Jasmeer Chhatwal, explicó que el objetivo es entender por qué algunas personas con acumulación de amiloide desarrollan demencia y otras no. Los datos sugieren que la actividad física podría desempeñar un papel protector.
Los autores señalan que sus hallazgos respaldan el diseño de futuros ensayos que consideren la inactividad física como un factor modificable en etapas tempranas de la enfermedad.
Aunque el Alzheimer tiene componentes biológicos que no siempre pueden prevenirse, los expertos coinciden en que mantenerse físicamente activo es una estrategia sencilla y accesible para contribuir a la salud cerebral y retrasar el deterioro cognitivo.
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